les dejo las diapositivas de:
- Tecnología, tecnología educativa
- Recursos Didácticos
Les copio estos fragmentos del cuento que les comenté en la clase, así me dicen cómo se relaciona esto con el tema de los recursos didácticos que tratamos esta semana, y asè esto también nos sirve de repaso para el parcial.
Estudien, y hasta el lunes!
Magdalena
Fragmentos del cuento “La lengua de las mariposas”,
de Manuel Rivas
“El maestro aguardaba desde
hacía tiempo que le enviasen un microscopio a los de la Instrucción Pública.
Tanto nos hablaba de cómo se agrandaban las cosas menudas e
invisibles por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como
si sus palabras entusiastas tuviesen el efecto de poderosas lentes.
“La lengua de las mariposas es una
trompa enroscada como un muelle de reloj. Si hay una flor que la atrae, la
desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cuando lleváis el dedo humedecido
a un tarro de azúcar, ¿a que sentís ya el dulce en la boca como si la yema
fuese la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa”.
Y entonces
todos teníamos envidia de las mariposas. Qué maravilla. Ir por el mundo
volando, con esos trajes de fiesta, y parar en flores como tabernas con
barriles llenos de almíbar (...)”
“(...) La forma que don Gregorio tenía de mostrarse muy
enfadado era el silencio.
“Si vosotros no os calláis, tendré que callarme
yo”.
Y se dirigía hacia el ventanal, con la mirada ausente,
perdida en el Sinaí. Era un silencio prolongado, descorazonador, como si nos
hubiese dejado abandonados en un extraño país. Pronto me di cuenta de que el
silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que él
tocaba era un cuento fascinante. El cuento podía comenzar con una hoja de
papel, después de pasar por el Amazonas y la sístole y diástole del corazón.
Todo conectaba, todo tenía sentido. Las hierbas, la lana, la oveja, mi frío.
Cuando el maestro se dirigía hacia el mapamundi, nos
quedábamos atentos como si se iluminase la pantalla del cine Rex. Sentíamos el
miedo de los indios cuando escucharon por primera vez el relinchar de los
caballos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomos de los elefantes de Aníbal
de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchábamos con palos y
piedras en Ponte Sampio contra las tropas de Napoleón. Pero no todo eran
guerras. Fabricábamos hoces y rejas de arado en las herrerías del Incio.
Escribíamos cancioneros de amor en la Provenza y en el mar de Vigo. Construíamos el
Pórtico de la
Gloria. Plantábamos las patatas que habían venido de América.
Y a América emigrábamos cuando llegó la peste de la patata.(...)”
Manuel Rivas, ¿Qué me quieres, amor?
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